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miércoles, 24 de octubre de 2012

Santiago, un paraje mágico e incomparable

Todo aquel que camine por las majestuosas y concurridas calles del centro histórico de Santiago tendrá la oportunidad de sentir la calidez que en ellas se respira. El sosiego, la tranquilidad y la bondad de sus gentes se ocuparán del resto.
Dejando a un lado estas gratas y amigables características, hay un claro elemento que suele pasar inadvertido para la gran mayoría de los visitantes que, maravillados ante los distintivos paisajes de la zona y, alternando cada uno de sus recorridos con las inigualables estampas naturales, se ven incapaces de identificar el mágico ambiente que rodea su entorno y  flota por cada esquina. Es algo difícil de explicar, indescriptible, es algo único.
Quizás el secreto resida en alguno de los gigantescos y multitudinarios muros de piedra que sustentan los monumentos, o puede que sea la satisfacción de los peregrinos ante la consecución de sus andanzas lo que me provoca esta extraña sensación, o quién sabe si todo esto es provocado por alguna de mis frecuentes elocuencias mentales...
No sé si algún día encontraré la respuesta a este misterio, no obstante, estoy completamente seguro es de que no tardaré en regresar para así poderme deleitar una vez más.



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