No tenía otra opción posible, en el pueblo apenas había trabajo para algunos, era hora de cambiar la tranquilidad por el bullicio constante. Tenía que ser valiente y alejarse de la rutina que seguían el resto de los jóvenes de la zona, quienes se compadecían de sí mismos a cada instante, aceptaban su situación entre lamentos y se consolaban sabiendo que la gran mayoría estaba pasando por lo mismo.
Ahora solo cabía esperar un tiempo para comprobar si sería capaz de amoldarse a un estresante ritmo de vida y a su vez intentar mantener y apreciar su pasado con la misma intensidad con la que siempre lo había hecho. Tarde o temprano tendría que dejar a un lado sus miedos y aceptar el costumbrismo urbano si de verdad quería darle un giro completo y necesario a su vida, no le quedaba más remedio.