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miércoles, 11 de julio de 2012

Inmaterialismo

Erika aguardaba sentada frente a la puerta de la consulta. La sala de espera estaba repleta de personas que parecían estar familiarizadas con este tipo de situaciones, pero para ella todo lo que estaba sucediendo en los últimos días era algo con lo que no había lidiado hasta la fecha.
Había imaginado como sería su cita con el doctor al menos un centenar de veces, al igual que lo que ocurriría después de su conversación. Por otro lado, había creído que sería mejor no contarles nada a sus familiares y amigos, pensaba que era una pérdida de tiempo y energías tener que comunicárselo, y más aún si tenía en cuenta que por el momento solo eran suposiciones médicas.
Sin embargo, Erika era consciente de que su vida podría dar un giro radical en las próximas horas, lo que le había llevado a repasar una y otra vez los momentos más importantes que había vivido durante sus jovencísimos veinticinco años de vida. Y durante su nostalgia tampoco se olvidó de aquellas sensaciones que quién sabe si podría llegar a  experimentar en el futuro.
Su nerviosa mirada era todo un reflejo de lo que en ese momento estaba pasando por su cabeza, emociones enfrentadas a consecuencia de un último diagnóstico que confirmara o desbaratara las suposiciones del médico que tan buena reputación cosechaba a sus espaldas. Y en cuanto una de las enfermeras de la clínica especializada pronunció su nombre, Erika tomó aire y se prometió así misma que si esta vez la suerte le era favorable no volvería a desaprovechar su tiempo lamentándose de aquello que realmente no merecía la pena.

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