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miércoles, 12 de octubre de 2011

Libertad

Como cualquier otra paloma, Esperanza solía volar de uno a otro lado sin tener que dar ningún tipo de explicaciones. Le encantaba sobrevolar la ciudad y observar todo lo que sucedía en ella, pero lo que más le gustaba era sentir como el aire chocaba contra su cara cuando lo hacía.    
Desde hace algún tiempo, Esperanza vive en la jaula que le construyó el mismo hombre que la atrapó. Ahora ella vive limitada, pensativa, indefensa, aunque todo esto no le hace perder sus ganas de volver a volar, de sentir el viento en su cara, de sentirse libre.
Algo en su interior le dice que ese día llegará, tarde o temprano, pero llegará. Puede que ese momento tarde en llegar, sin embargo, cuando esto ocurra, ella sabrá seguir su camino sin mirar atrás.

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