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lunes, 25 de noviembre de 2013

La chica del andén

Una mañana más, y como viene siendo habitual en las últimas semanas, coincido con la hermosa joven que tantas pasiones ha levantado entre mis pensamientos. Ella, al igual que yo, espera con impaciencia el tren que la llevará hasta su destino. Su dulce y tranquila apariencia tampoco pasa desapercibida para el resto de los viajeros, aunque yo no me limito a observar su figura, también analizo sus gestos y hago conjeturas acerca de su situación personal y sentimental. Trato de ser disimulado, tengo la costumbre de leer durante el trayecto así que únicamente dejo caer alguna mirada cuando tengo que pasar página.
Hoy parece ser un día distinto, ella también ha traído un libro, lo que no había hecho hasta ahora. Hay varios asientos libres, sin embargo, se sienta  frente a mí, lo que me lleva a echarle un vistazo al ejemplar que sostiene entre sus manos. Está leyendo la nueva novela de una conocida autora inglesa y, por la expresión de su cara, deduzco que la historia le está resultando interesante.
Otros, en mi lugar, tratarían de entablar una conversación utilizando ciertos conocimientos literarios como excusa, pero yo intento dejar que las cosas sigan su curso natural, no pretendo conocer a alguien forzando un diálogo. A diferencia de muchas personas, siento cierto recelo hacia este tipo de tácticas y estrategias preconcebidas, prefiero que la imaginación y el destino barajen las cartas, campen a sus anchas y hagan surgir preguntas que seguramente nunca serán contestadas.

jueves, 14 de noviembre de 2013

En busca del libro perdido

Ocurrió una noche de otoño, el insomnio había decidido aguar mi descanso, por lo que aproveché para sumergirme en alguna de las lecturas pasadas con la que hubiese disfrutado de manera extraordinaria, algo que suelo hacer cada cierto tiempo. Ojeé la estantería buscando algún libro que me trajera buenos recuerdos, daba el igual el género y el autor, solo quería pasar un buen rato hasta que mi mente y mi cuerpo me obligasen a soñar una noche más. De pronto recordé el argumento de un libro que ya había releído en varias ocasiones, se trataba de la historia de un joven iluso que, a pesar de haber encontrado distintos obstáculos en su camino, nunca se cansaba de luchar por aquello que anhelaba conseguir.
Lo más extraño de todo era que no recordaba el final ni el título de esta curiosa aventura existencial, y como tampoco era capaz de visualizar la cubierta, decidí revolver las estanterías con la esperanza de encontrar la obra que recordaba con tanta nostalgia, pero no obtuve el resultado esperado. Tras recapacitar y estrujar mi memoria durante unos minutos, terminé llegando a la conclusión de que el libro que andaba buscando únicamente existía en mi imaginación.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Un fin de semana distinto

Albarracín, un enclave fascinante y hasta la fecha desconocido para mí. Pedro, un genuino escritor y compañero de viaje. David, nuestro agradable anfitrión, a quien estoy más que agradecido por acogernos de la forma en que lo hizo, aportándonos cercanía, confianza y un sinfín de agradables sensaciones. Una combinación perfecta para el inicio de las jornadas literarias en las que participamos varios compañeros de editorial a través de distintos coloquios y presentaciones de nuestras obras.
La ilusión y dedicación fueron piezas clave para crear el ambiente literario deseado, no obstante, me siento obligado a resaltar el detalle que hizo posible la sorprendente sintonía de los presentes, su humildad, cualidad que considero fundamental en el mundo artístico por el que transitan muchas de nuestras ideas.
Durante los dos días que duró el encuentro vivimos intensa y conjuntamente como consecuencia de la participación en los actos, el compartir comidas, cenas, alojamiento e incluso emociones, lo que me ha permitido percibir y disfrutar de la personalidad de una decena de escritores que, al igual que yo, persiguen un sueño. Nunca había tenido la oportunidad de disfrutar de un evento literario de estas características, de hecho, he de reconocer que los nervios me rondaban internamente, sin embargo, y gracias al inigualable clima que entre todos conseguimos crear, no tardé en deshacerme de ellos y enviarlos al cajón de las inseguridades pasadas.
Quizás con el paso del tiempo ocurra, sin embargo, a día de hoy, estoy seguro de que me costará olvidar la confianza que Ángel depositó en mi al hacerme partícipe del encuentro; la admirable precocidad natural de Juan Martín Salamanca; los divertidos momentos compartidos con Dioni Arroyo gracias a Jesús, un lugareño que consiguió hacernos disfrutar la noche aún más de lo que ya estábamos haciendo; la simpática y alegre actitud de Mónica;  el genuino humor de Manolo Royo y su mujer; la experiencia y sabiduría que desprendían Fernando Pérez Sanjuan y Víctor J. Macías; las acompañantes y parejas de estos dos últimos, Paloma y Susana; los lazos de confianza que con el paso de las horas estreché con Pedro García Gallego; el dulce y avivado carácter de Lucía y Carmen;  la incomparable humildad con la que Antonio Vila hablaba de sus obras y trataba a cualquiera que se cruzase en su camino; las charlas y situaciones compartidas con Antonio Bosch y Bárbara…y, sobre todo lo nombrado anteriormente, el gran trabajo organizativo realizado por una magnífica persona, David Sáez, quien se encargó de hacernos sentir como en casa.
Hemos intercambiado opiniones, vivencias y reflexiones, motivo por el cual no creo que hubiese encontrado un lugar más adecuado que éste para agradecer la inyección de energía con la que regresé a Madrid, algo más que un buen sabor de boca…

Tantas y tantas sensaciones repartidas en apenas cuarenta y ocho horas, ¿se puede pedir más?

martes, 5 de noviembre de 2013

Y todo siguió su curso

En casa de la familia Orcallo Domínguez el silencio parecía ser el único invitado que no buscaba refugio entre el lamento y los recuerdos. El sufrimiento que había rodeado la vida de Carlos en los últimos años había concluido entre llantos y bondadosas alusiones a su persona. Es duro aceptar una ausencia, no obstante, Celia, su inseparable pareja de baile sentimental y espiritual, respiraba aliviada. Sentía el dolor incrustado en sus entrañas, había vivido los mejores y peores momentos de su vida junto a él, disfrutando, soñando,  viviendo acorde a su realidad. Prácticamente todo lo hicieron juntos, pero no revueltos. La suya había sido una relación gestionada de forma tradicional, nunca habían creído en las moderneces o en los continuos cambios sociales que alteraban el sentido de las relaciones de pareja.  Ellos habían apostado fuerte por sus sentimientos, consiguiendo así un resultado más que admirable.
Ulises, el mayor de sus cuatro hijos, dejó que sus hermanos continuasen añorando la figura paterna, se acercó hasta el rincón en donde  su madre se cobijaba de la muchedumbre aduladora y la abrazó a pesar de que, en ese momento, él se encontrada incluso más afectado.  Era hora de arroparse, de mostrar el apoyo y cariño necesarios para superar el mal trago lo antes posible. Ambos lo sabían, se habían concienciado de ello durante los últimos meses, por lo que nada de lo ocurrido les había cogido por sorpresa, sabían que para ellos la vida seguía, seguiría su curso, el tiempo se encargaría de que así fuera…